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ISSN 1989-4163

NUMERO 108 - DICIEMBRE 2019

 

Huevos (Episodio 3)

Bel Carrasco

Más allá de Poniente

        Acodada en la borda de una nave mercante, Arya contempla con el ceño fruncido la silueta de una isla que se perfila en el horizonte. Un hombre de piel oscura, turbante rojo y aros en los lóbulos de las orejas, el capitán del barco, se sitúa junto a ella.
        Arya—¿Cómo se llama esa isla, Salman?
        Salman—Tiene muchos nombres y todos malos. En las cartas marinas figura como Patíbulo, pero a mí me gusta llamarla Nomasllá porque más allá no hay nada.
        A.—¿Cómo lo sabes?
        S.—Porque ninguno de los que partieron hacia el oeste ha  regresado para contarlo.
        A.—Quizá encontraron tierras mejores y no les place volver.
        S.—Me extrañaría. Cuando uno encuentra algo bueno, tiene la necesidad de contarlo.
        Permanecen en silencio, mientras los contornos de la isla se van definiendo. Es una abrupta mole gris que parece un castillo inexpugnable.
        S.—Ya sé que no me pagas para darte consejos pero yo de ti no desembarcaría. Una mujer sola, armada o desarmada, da igual, no dura ahí ni una noche. Apenas pises tierra firme, serás violada, asesinada, esclavizada o devorada por los perros.
        A.—Parece divertido. No tengo miedo. He luchado contra los muertos y acabé con el mismísimo Rey de la Noche.
        S.—No sé nada de muertos. Pero los de esa isla están muy vivos, y son los peores cabrones e hijos de puta que puedas imaginar. Hace muchos años los señores de Poniente crearon aquí un presidio donde se encerraban a los criminales más dañinos y reincidentes que no tenían posibilidad de redención en la Guardia de la Noche vigilando el Muro. Hez, escoria y chusma. Cuando llegaron las guerras, los señores se olvidaron de este lugar, los guardias abandonaron sus puestos y los presos crearon una sociedad a su medida, donde sólo sobreviven los más malvados y crueles, los más depravados y astutos. No es lugar apropiado para una chica. Es sólo apto para asesinos.
        A.—Tal como lo describes, es el sitio perfecto para mí.

Khunaleesi

        Daenerys se adentra en la jungla con determinación. Drogon rechaza el pescado que le ofrece y está cada día más débil. Su objetivo es cazar algún animal para alimentarlo. No percibe las pequeñas sombras que le acechan, agazapadas en lo alto de los árboles. De repente nota unos aguijonazos en brazos y piernas, y manotea en el aire para espantar lo que cree que son mosquitos. Avanza unos pasos titubeantes, pero se le nubla la vista y cae al suelo.
        Al recobrar la conciencia la envuelve un frenético batir de tambores y un apetitoso olor a carne asada que le hace insalivar copiosamente. Se encuentra en un claro de la selva y frente a ella un centenar de extrañas criaturas danzan febrilmente en torno a varias fogatas en las que se asan cerdos y conejos. Son seres menudos de rostros grotescos, piel azulada y largas cabelleras enmarañadas. Gritan a coro: ¡Pí Pick Nick! ¡Pí Pick Nick!
        Daenerys intenta moverse pero está firmemente atada con cuerdas al tronco de un árbol. Los enanos azules comienzan a girar a su alrededor agitando las cerbatanas que llevan en la mano. Saltan y bailan cada vez más excitados y comprende que va a ser el postre de su festín. La idea de ser devorada por unos minúsculos salvajes le produce una inmensa irritación. Una ira irrefrenable. Abre la boca, hasta casi desencajar las mandíbulas y proyecta un haz de fuego sobre sus captores. Los más próximos arden lanzando agudos gritos y los demás huyen despavoridos.
        Libre de sus ligaduras, carga un par de cochinillos a su espalda, regresa a la playa y se los ofrece a Drogon, que lanza un rugido satisfecho, se incorpora y los devora con avidez. Entonces se percata que bajo su cuerpo reposan tres huevos del tamaño de una cabeza de hombre adulto. Profundamente conmovida, los contempla hipnotizada, incapaz de apartar la mirada de ellos. Toma uno entre las manos con delicadeza y lo alza hacia el cielo. Es de un tono dorado, cálido y brillante como un amanecer de primavera. Después hace lo mismo con los otros dos. Uno es azul iridiscente como las plumas que engalanan a algunas aves exóticas y el tercero gris perla con reflejos plateados.
        La visión de los huevos, su tacto rugoso y mullido, el calor que desprenden le hacen rememorar imágenes aletargadas en su memoria. Imágenes que cobran vida a ráfagas y fragmentos. Como leer un libro que relatara su historia con páginas arrancadas y párrafos tachados. Vacíos y huecos, puntos suspensivos. Poco a poco las piezas se ensamblan, los hechos, rostros y paisajes componen un relato coherente. A medida que recupera la memoria, igual le invade el deleite y la dicha por sus éxitos y conquistas que siente dolorosas punzadas en el corazón por el dolor que ha infligido y las traiciones sufridas.
        Es Danierys de la Tormenta de la casa Targaryen, heredera legítima del Trono de Hierro,  legítima reina de los Ándalos y Primeros Hombres, Protectora de los Siete Reinos, Madre de Dragones, la Khaleesi del Mar de Hierba, la que no arde, Rompedora de Cadenas...El peso de su historia le abruma como un manto de plomo, una losa que le asfixia y de la que desea liberarse.
        Absorta en sus cavilaciones, le sobresaltan unos sonidos susurrantes. A su espalda, un grupo de pequeños salvajes se postran ante ella repitiendo en voz baja y con fervor su letanía, ¡Pí Pick Nick!, y le ofrecen bandejas con frutas y varios animales asados y crujientes. Ahora también es la Diosa de los Enanos Azules. Daenerys rompe a reír a carcajadas.

Invernalia

        Una caravana de carros se aproxima al castillo. Transportan sacos de cereales, legumbres y salazones, jaulas de cuervos, gallinas y otras aves comestibles. Detrás, un rebaño de terneros y más rezagados otros de ovejas, cabras y cerdos. Concentrada en los bordes del camino, la multitud entusiasmada alza los brazos para recibir los víveres que los conductores reparten entre la gente. En una estancia del castillo August Mormont habla con su hermana Priscila, mujer poco agraciada de nariz ganchuda, ojos saltones y finos labios prietos en un rictus desdeñoso.
        August—Sansa está exultante. Me ha dicho que va a organizar una gran fiesta para celebrar la llegada de alimentos.
        Priscila—No le digas que nosotros hemos corrido con los gastos, pero es conveniente que lo sepa por una tercera persona. La gratitud allana caminos y abre puertas. Además, ya está locamente enamorada de ti. Sólo hay que ver cómo te mira.
        A.—¿Tú crees que ya es el momento?
        P.—Mejor esperar un tiempo, que madure la fruta en el árbol. Te sugiero, hermano que la trates con galantería. Sansa es una soberbia engreída pero en cierta manera digna de lástima. La  prometieron a un monstruo que mandó decapitar a su padre y la obligó a ver su cabeza clavada en una pica, luego la desposaron un tipo borracho, putero y deforme, y por último con un sádico que la debió someter a humillantes torturas. Bastará con que no le hagas  sufrir para que se rinda a tus encantos y si, además le haces gozar en la cama será tu esclava.
        A.—No te preocupes por eso. Ya sabes que sé muy bien cómo tratar a las mujeres. Y cómo darles placer.
        P.—Sí. Es tu mayor virtud. Hermoso y complaciente como era nuestra madre. Lástima que no te conformes con una sola.
        August frunce el ceño y Priscila sonríe levantando una copa de vino.
        P.—Brindo por ti, Augut, por el nuevo Rey de Invernalia.
        A.—Un reino que pronto se me quedará pequeño.
        P.—No vayas tan rápido, y dime, ¿qué tal te fue por Desembarco del Rey? ¿Ha valido la pena el cuantioso gasto?
        A.—Ha valido, y con creces. Alguien de confianza me ha contado que el  Rey Tullido apenas se preocupa de gobernar y, además es un joven físicamente débil que no creo que viva muchos años. El enano está viejo y enfermo, y los demás consejeros carecen de experiencia y son unos ineptos. Pero lo más interesante es que he entablado una alianza muy productiva con un señor muy bien relacionado. Un antiguo mercenario que sirvió a Tyron y a Matareyes, ávido de oro y honores, que está dispuesto a todo para medrar. Creo que será un elemento decisivo en nuestros planes. Algo así como una llave maestra.
        P.—Excelente, hermano, excelente.

(Continuará)

 

 

 


 

 

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